RELATOS DE LOS JUEVES
LA VIDA EN UN CASTILLO MEDIEVAL
DERECHO DE PERNADA
El portón cayó de una forma pesada, con un gran estruendo de cadenas que giraban en torno a unas ruedas dentadas que los guardianes hacÃan girar para dar paso o cerrar el puente levadizo, según fueran las intenciones de los que por allà se acercaban, en este caso no habÃa duda, era el amo y señor de aquellas tierras que con un grupo de vasallos, guardias y mercenarios, venÃa de recaudar los diezmos a los pobres labriegos, ganaderos y pobladores de aquellos territorios, que a fuerza de palo y espada Dº Severo que era asà como se llamaba el mozo, los aterrorizaba con el consentimiento y las prebendas que le ofrecÃa a la autoridad, si asà se podrÃa llamar de la comarca.
Estaba muy ufano, pues el dÃa habÃa ido bien, sino hubiera sido porque tuvo que arreglar las cosas de muy mal talante a dos ganaderos que se negaron a darle los tributos que les exigÃa, cosa que arregló con un par de mandobles certeros, con el puño de su espada, acabando éstos dando con su cuerpo en el barro, con algún que otro descalabro en su azotea y con dos carneros menos en su ya menguado rebaño.
Y ahora ya llegaba la hora, la hora de la cena, y del regocije posterior, y no precisamente con su mujer, que va, era de ley pasar la noche con la que iba a casarse en la aldea al dÃa siguiente, dar fe que la moza lo valÃa, y que iba a que tener muchos hijos para asà algún dÃa también esquilmarlos y poder seguir asegurándose su posición en la comarca y en el reino.
Dº Severo después de una cena en la que no faltó de nada, iba dispuesto a culminar aquel acto que según decÃa él era acto de fe y justicia, pues nadie mejor que él podÃa valorar si la moza estaba preparada para lo que tendrÃa que realizar en su posterior relación,para ser una mujer feliz y entregada a su esposo.
Entró en la estancia pobremente iluminada, pero allà donde estaba el camastro, tumbado en él, se observaba a través de un mirador estratégicamente colocado en lo mas alto y cuando la luna estaba en su máximo esplendor, un cielo maravilloso, estrellado y placentero. Que casualidad que siempre coincidiera las bodas con la luna llena, se rió el muy ladino, pero todos sabÃan en la aldea que aquello no era una casualidad, mas bien una imposición, allà estaba la moza, medio desnuda, con el rostro severo, impasible, sin saber donde ir o que hacer, esperando su fatal destino, o quizás no tanto, su mirada denotaba una gran asiedad y se dejaba entrever como una sonrisa un tanto siniestra.
Siempre antes de empezar, Dº Severo gustaba de beber de un trago una gran copa de vino, que estaba situada encima de una cómoda al lado del gran camastro, decÃa que le daba un gran vigor y una fuerza como para desflorar a diez vÃrgenes,pero ese dÃa ese gran dÃa, era el último que fornicando iba a contemplar ese espectáculo sin igual del brillo de las estrellas a la luz de la luna llena.
Al final tuvo lo que se merecÃa ese Severo y yo me alegro mucho...jajaja
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tu relato medieval
Un beso
Que terrible ley la del derecho de pernada. Ahora el derecho de pernada ya no mira sexo. Nos joden a unos y a otros,a hombres y mujeres por igual.
ResponderEliminarEsa luna llena traÃa regalito envenenado envuelto, al menos para D. Severo. Me ha gustado mucho la manera de describir la situación y las cirunstacias en el relato y sobre todo me he alegrado mucho de que te hayas vuelto a decidir a participar.
Un abrazo
Hola hola, bueno todo empezo de nuevo cuando lei tu correo, me sentà otra vez con ánimo, y ya estoy por aqui de nuevo diseñando una pequeña sorpresa...
Eliminarsaludos
Hola Julian: Hemos coincidido en el tema, aunque en mi caso no le he dado un tratamiento novelado como tú, sino mucho más soso haciendo una panorámica sobre lo que constituyó ese horrendo derecho.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho la descripción del personaje de su falta de escrúpulos y más aún el merecido final que tuvo.
Un abrazo.
Coñe con el acto de fe y justicia...
ResponderEliminarMuy buena lección, al menos en la ficción alguien lo pagó caro. Muy buena la ambientación! Un gran bravo.
Un abrazo y un café.
Por decirlo de sencillo modo, no me ha dado ninguna lástima, malditos. Lo que ocurrÃa es que a Severo muerto, Severo puesto, ¿verdad?
ResponderEliminarAl menos los Severos de hoy en dÃa no tienen derecho a pernada (habrá que decir ¿todavÃa? no, confÃo que no).
Un abrazo.
Desde siempre la mujer ah sido poco menos que una cosa, un trofeo, un botÃn de guerra, la manera que encuentran los hombres de establecer su "hombrÃa". Espero que el final de Dª Severo haya sido tal cual se lo merecÃa!
ResponderEliminarSaludos jueveros!
Me gustó ese final!!! brazo!
ResponderEliminarTienes tu lugarcito en mi jueves.
Un fuerte abrazo.
¡Menudo retrato nos haces del tal Severo! que de escrúpulos tenÃa más bien pocos, vaya. Me lo estaba imaginando y me estaba entrando de tó. Menos mal que por lo menos tuvo su merecido. Un beso.
ResponderEliminarEl tÃpico canalla señor feudal, pero al final de la copa bebió el castigo final por ser tan animal, hasta la luna llena se reÃa y las estrellas y las gentes humildes y humilladas.
ResponderEliminarMe gustó mucho tu sabroso relato Julian, me encantó el final.
Besitos.
Al final creo que ha habido mas derecho de pernada que cinturones de castidad, pero bueno ni uno ni otro es un método bueno. El final muy bueno. Besos
ResponderEliminarUna abuso más del poder y un merecido final para quien se lo busca... no me esperaba el desenlace, con lo cual sorprendida quedé y encantada de leerte de nuevo
ResponderEliminarBesos
Que derecho tan brutal y para colmo bendecido. Buen vino el que tomó el señor en la noche de luna llena. Muy buen Julián.
ResponderEliminarUn abrazo.
Julian es un placer llegar a tu espacio. Me ha gustado mucho el ambiente logrado en tu relato, los personajes y el desenlace sugerido: genial!
ResponderEliminarAbrazo